jueves, 9 de febrero de 2012

HUELGA DE HAMBRE

¡Comprame el juego de la Play, Mamaaaaaaaa!. Pataleta, cara de pucherito, al suelo a llorar, seguido de una retaíla de continuos chantajes... "¿si me voy a la cama puntual me lo compras?"... ¿quién no ha vivido o ha visto esta escenita alguna vez?.

Que los niños pidan caprichos está dentro de lo probable en el transcurrir de su desarrollo. Lo importante es que los padres apliquemos el sentido el común y no concedamos aquellas cosas que no son necesarias o que no se las ha sabido ganar.

Educar no es condescender ni guiar con vehemencia, sino encauzar y sacar dentro de cada uno lo valioso que posee. El capricho mina la voluntad, la debilita, hace a la persona inconstante y débil; la convierte en esclava de sí misma y esclaviza además a quienes están a su alrededor.

Echar un pulso

El niño a esta edad quiere comprobar cuál es vuestra capacidad de aguante, cuántos llantos y qué volumen estáis dispuestos a tolerar para que él consiga lo que quiere. Mientras más seguros estemos de nuestro papel de educadores, más fácil nos resultará que no nos tomen el pelo.

Tres ideas para identificar y encauzar los caprichos para evitar que no acaben en huelgas de hambre:

1. Si tu hijo después de una tarde de club patalea en el hall de entrada para seguir jugando en el Tami, con cariño y paciencia le explicas que habíais quedado a esa hora en recogerle y que otro día seguiríais, ya que es un capricho que no es necesario consentir, aunque no pasa nada si extraordinariamente cedemos cinco minutos, pero no debe ser ésta conducta la habitual.

2. Si les damos responsabilidades en casa, encargos, crecerían en autonomía, y mientras más autónomos menos caprichosos, ya que si tu hijo descubre el placer de hacer las cosas por sí solo, no te pedirá que las hagas.

3. Recuerda por último, que al ceder a los caprichos del niño, estamos dando una buena razón para seguir haciéndolo.     

No hay comentarios:

Publicar un comentario