lunes, 3 de octubre de 2011

VALIENTES Y DECIDIDOS

¿Cómo educar en la valentía?
Saber identificar los propios miedos. Si nos cuesta hablar en público o mirar a los ojos de la gente, mejor es conocerlo que frustrarnos cuando nos sacan de clase. Ser valiente es conocerse, con las virtudes y con los defectos; además, solo así se les puede poner atajo.
Enfrentarse a los propios temores. Esa coliflor gratinada que nos hace devolver de solo olerla y que nos sirven en casa nuestro mejor amigo, puede convertirse en una autentica batalla de Lepanto. Si la ganamos, habremos crecido  como personas al comprobar que ese miedo era irracional.
Entrenados en soportar las tradiciones. La valentía supone fortaleza; pretender alcanzar el valor sin que cueste, es pretender tocar la guitarra eléctrica sin practicar horas y horas. Los caprichos por sistema debilitan nuestra capacidad de esfuerzo; los retos, fortalecen la voluntad.
Seguridad en sí mismo. Cuando los anclajes son seguros es muy difícil tenerle miedo a nada. Ni ese profesor que nos ha cogido manía, ni a esa final del campeonato del instituto. Ayuda mucho saber dar a cada cosa la importancia que se merece.
Los chicos: ¡valientes! En determinados ambientes intelectuales y culturales, subsiste una idea, nacida en los ambientes feministas, que hay que intentar feminizar al niño, en el sentido de hacerle perder lo malo que tiene el ser varón (agresividad, paternalismo, etc). Son teorías que no tienen en cuenta la naturaleza de la persona y las diferencias entre los chicos y las chicas.
Prudencia (que no morosidad) la prudencia es la virtud que nos ayuda a decidid la mejor opción entre varias posibles. Es una virtud que lleva a la acción. Ante un perro rabioso que se interpone en nuestro camino, surgen las opciones: "Me subo al contenedor", "uso la mochila como arma", "salgo corriendo"… Una persona prudente, no es la que se queda parada esperando a que la situación se arregle por si sola.
Principios claros. Se tienen miedo pero se actúa como se deba actuar y así, se defiende a aquel amigo al que le están pegando, aunque suponga llevarse un ojo morado a casa.

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